La década de los noventa marcó el mayor esplendor del mercado de valores venezolano. En la Bolsa de Valores de Caracas (BVC), al cierre de1997, se lograron volúmenes negociados de alrededor de US$ 4.000 millones, con promedios diarios de US$ 15 millones. En ese mismo año Bancaribe inscribe su capital en el Registro Nacional de Valores y se inicia la cotización de sus acciones en la BVC. Así el banco pasó a formar parte de un grupo de alrededor de 150 empresas que para aquel momento participaban en el mercado de valores venezolano, basado en la convicción de que el crecimiento de este sector incide de manera directa en el progreso de la economía del país.
Durante esos años se produjeron importantes avances en el sector, entre los que destaca la creación de la Caja Venezolana de Valores (CVV) que, entre otros adelantos, permitió la desmaterialización de los instrumentos financieros; el lanzamiento del portal web de la BVC y del Sistema Integrado Bursátil Electrónico (SIBE), que dio acceso a la operación en el mercado de valores por parte de casas de bolsa y corredores miembros, por cuenta de sus clientes y en tiempo real.
Comienzan también a producirse cambios en los paradigmas de la gobernanza corporativa, por lo que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en 1999 dicta los Principios de Gobierno Corporativo, que tienen, entre otros objetivos, regular y gestionar las relaciones con los accionistas, en el entendimiento de que un alto grado de transparencia, rendición de cuentas y respeto a los derechos de los accionistas resultan esenciales para el buen funcionamiento de las empresas. En este ámbito, en el año 2003 Bancaribe completa la reforma de su estructura de gobierno y ajusta sus estatutos y demás normativa interna de manera de adaptarse a esos principios y separar de manera inequívoca las instancias de control y gestión de la propiedad del banco.
El crecimiento de la economía nacional, apalancado entre otros factores, por el incremento de los precios del petróleo empieza a declinar en el año 2012. En consecuencia, entre el 2013 y el 2016 el mercado de valores del país estuvo signado por una merma en los movimientos de acciones, escasos actores y poco dinero circulando en la Bolsa. Llegado el 2017 empezó a hacerse evidente el ingreso de inversionistas en el mercado bursátil, lo que posicionó nuevamente al mercado de valores como una alternativa de inversión. No obstante, los volúmenes de dinero transado seguían disminuyendo, en parte debido a la dolarización de la economía y a la libre convertibilidad que entra en vigor desde finales del 2019 y que dificultó el flujo de dinero hacia el mercado de valores.
En años recientes hemos sido testigos de un resurgimiento del mercado de valores como mecanismo de financiamiento, no solo accesible a las grandes empresas. Ello resulta en una mayor democratización del mercado de valores impulsada por una Superintendencia Nacional de Valores (Sunaval) visiblemente más activa y dinámica, que ha venido promoviendo la activación del mercado y autorizando emisiones de instrumentos atractivos, que buscan otorgar mejores rendimientos a los inversores.
Otro signo de progreso es la promulgación por la Sunaval en el año 2021 de la Providencia mediante la cual se dictan las Normas relativas al buen gobierno corporativo del mercado de valores, las cuales se suman a la normativa existente en esta materia, basadas en los principios de trato equitativo, transparencia, control, responsabilidad, honestidad, competencia y promoción del mercado de valores.
Contar con un mercado de valores robusto es sinónimo de una economía sana. En Bancaribe creemos firmemente en el potencial del mercado de valores del país y estamos dispuestos a seguir sumando a los ya veinticinco años de presencia activa, entendiendo que nuestro mercado de valores está llamado a ser un jugador de peso en las dinámicas económicas del país. Nos proponemos, de igual forma, continuar situando a nuestros accionistas entre los principales grupos de interés a los cuales Bancaribe dirige su atención, teniendo como objetivos fundamentales la rentabilidad y sostenibilidad del banco, así como la maximización de su valor y, en general, su actuación como empresa responsable.